Casi siempre paso por la carretera del barranco y nunca veo el tren pasar. Cuando éramos pequeños solíamos transitar por ella el último día de Julio o el primero de Agosto, de camino al pueblo. Íbamos a pasar el verano en las vacaciones de nuestro padre y recuerdo que ese tramo del viaje me entusiasmaba, incluso a veces me mareaba. La carretera esta en un barranco de la Vall d’Albaida entre Bocairent y Ontinyent, pueblos valencianos.
Sus poderosas curvas hacían del barranco un tramo peligroso a la vez que divertido y precioso. A mí nunca me gustaba estar en la ventanilla del coche que quedaba al lado del precipicio, daba aquel efecto de que si el coche se caía tu lado sería el peor parado. No llego a calcular las veces que habré viajado por él y nunca, nunca vi el tren pasar.
Ahora, paso mucho más a menudo por el barranco de la Vall, sólo que hoy en día se ve gris y azafranado pues desafortunadamente sufrió los ataques pirómanos de ciertos individuos y ardieron sus árboles y arbustos. Un intencionado incendio que llevaba tras el mucho más que intereses económicos.
Este paraje resulta ser la conexión entre los pueblos que ya nombré. Hoy, vivo entre montañas y calles cuesta arriba, entre la tranquilidad y la fresca temperatura de la sierra de Mariola. Y entre idas y venidas, de aquí para allá, siempre suelo pasar por este entrañable despeñadero. Y nunca, de verdad, nunca consigo ver el tren pasar.
Aunque haya un precipicio y no veas el tren pasar, que no es un dato menor, puedo imaginarme (porque mi imaginación es frondosa) que vivís en el paraíso. Un abrazo.
ResponderEliminarMe encantan estas historias con sabor a ayer. A mi me ocurre algo parecido con El Congosto del Ventamillo en Huesca ;)
ResponderEliminarBesazos enormes