
21/3/10
Floreciendo

7/3/10
Monochrome

Nunca es demasiado tarde para soñar con angelitos. Nunca somos lo suficientemente adultos para dejar de querer jugar con los juguetes de nuestra vida. Dentro de nosotros siempre estarán aquellos niños desaparecidos que vemos en fotografías monochrome.
El paso del tiempo nos obliga a cambiar de mentalidad, el cambio físico de nuestro cuerpo, el tamaño, el vello en lugares insospechados sin venir a cuento. El cambio de voz, el aumento de pecho, las enfermedades asociadas a la edad, los filamentos plateados que surgen entre la maraña de nuestro cabello.
Nacemos incapaces, dependientes, inofensivos e indefensos, débiles, delicados. Y volvemos a la infancia cuando entramos en la tercera edad. Volveremos a ser incapaces, dependientes, inofensivos e indefensos, débiles, delicados (y un poco más de renegones), para retornar de donde vinimos, de la nada. Al agujero negro, a las llamas. Al más allá, lo desconocido, la muerte que no es nada y que lo es todo. La eternidad.
La eternidad que serán nuestros rostros impresos sobre papel.