29/1/11

Inquietudes

Fotografía de S. Garrido



Me desarmas
me trastocas,
tumbas todas mis barreras,
te adueñas de mi
sin miramientos.

Retornas,
acudes y te ausentas,
me buscas y tanteas
esta esencia ponzoñosa.

Adviertes mi quebranto,
conoces mi vesania,
mi recelo y mis ganas
insufribles, codiciosas
que se evaden de mis garras.

¿Quién eres?¿qué persigues?
¿de dónde saliste?
este cruce de caminos,
esta luz que reaparece,
en la lúgubre esperanza
que tenía bajo llave.


23/1/11

Cine de autor




Historias cinematográficas en las que el final nunca es el esperado. Nuestra historia pudo ser el mejor guión de cualquier película de autor. A veces tuve ganas de escribir sobre ella, pero nunca encontraba las palabras correctas. Quizás hoy tampoco las encuentre y todo esto termine en la papelera, no sé ¿Cómo empezar a contar lo que para mi no esta del todo claro?

Siempre tuve la impresión de que no eras real, que serías un producto imperfecto de mi imaginación. Y, ciertamente, creo que fue eso lo que me volvió loca. Todavía hoy dudo que seas tú y no una imagen proyectada por mis frustraciones e ilusiones. Una diapositiva de mis deseos mayor guardados, el prototipo de hombre que te deja caramelos en el camino y, de repente, se esconde tras un matorral para encontrarte perdida en la inmensidad del bosque. Perdida. Así me hallé cuando te fuiste.

Éramos tan jóvenes, contaríamos quince años por aquel entonces. No sé si fue casualidad o una causalidad del destino, pero llegaste a mi vida una noche de viernes de aquel año. Baja en defensas, con el corazón malherido, falta de cariño… no sé como me encontraste pero me sentí tuya en el primer momento en que te vi. Tus miradas escurridizas se clavaban en mi retina y de ningún modo pude sacarlas de ahí. La cerveza hizo el resto y me enamoré de ti.

Así fue. Llegaron los poemas, los sentimientos, el amor no correspondido… o que yo creía no corresponderse con el mío. Las lágrimas, la desesperanza, el desconsuelo de una adolescente que ha vuelto a caer en ese lazo del que luego nunca podemos escapar, hasta el día que la parca nos haga la visita. Lo que no sé bien es cómo perdí tu rastro. Un día desapareciste y no supe nada más de ti. Bye, bye my dear. Adieu, mon amour…

¿Cuántos fueron? Cinco años los que transcurrieron hasta que regresaste. Hasta que volviste a formar parte de mi vida. Cinco años en los que creí haberte olvidado, en los que cada uno tuvo sus historias y creímos habernos olvidado. No fue real. No fue cierto. Jamás me había podido olvidar de ti. ¿Cómo? A este tipo de amores nunca se les llega a olvidar. Y te juro que en absoluto podría haber tan sólo imaginado lo que después iba a suceder.

Quisiste demostrarme que las ganas son capaces de guardarse en un rincón de nuestro cuerpo y mantenerse vivas con el paso de los años. Que si uno quiere y pretende algo firmemente, es capaz de conservarlo cálidamente durante el tiempo que fuese necesario. Y que si esto nunca hubiera ocurrido, probablemente hubieran seguido ahí escondidas esas marcas.

¿Realmente fui tuya? ¿O me sentí tuya? ¿Fuiste mío o me pareció? Me lo pregunté en aquel entonces pero desistí de cuestionarme más inútilmente. A ti nunca había que preguntarte nada, tú eres un ave solitaria, siempre sumergido en el inframundo. Y te volví a perder. Con la más bonita e insólita de las despedidas. De esta manera desapareciste de nuevo de mis días, de mis sueños, de mis manos, pero nunca y jamás de mi recuerdo.

Tiempo de silencio, años de incertidumbre, de idas y venidas. Te encontré en dónde temía volver a encontrarte. Pero ya nada era lo mismo, las cosas habían cambiado. O eso creía yo. Nunca supe por donde cogerte, nunca supe como hablar contigo, como expresarme, por no asustarte y volver a extraviarte. Pero no brotaban las palabras entre nosotros. El abismo era más pequeño incluso que nuestras conversaciones, que ni siquiera existían. Y sin más te me escabulles nuevamente. Qué manera de enloquecerme, de herirme, de no saber lo que querías, de no demostrarme nada de lo que un día dijiste. Pues bien, ahí te quedas, donde tú elijas quedarte. En tu sitio, en tu guarida, protegiéndote de mi y de todos. No iba a ser yo la que te suplicara. Querías borrarme de tú vida o intentarlo y no lo conseguías.

Y mira como serán las cosas para que posteriormente a tus ausencias vuelva a toparme contigo otra noche de viernes. Quizá a la misma hora aunque no en el mismo sitio. Y resulte ese pedazo de mí siendo tuyo, como siempre lo ha sido.

18/1/11

Mi palabra de hoy...




Tener o no tener







No queremos ser como los demás

Fotografía propia




Disconforme con la sociedad, con la mentalidad genérica que nos rodea.

Cada persona es un mundo y aunque muchos parezcan reproducciones idénticas de otros, siempre hay cosas que nos hacen únicos. Yo realmente no se que es estar cuerdo o estar loco. Creo que todos tenemos nuestro punto demente en algunos aspectos, unos más que otros.

Los que somos meditativos, imaginativos, que a veces se nos va la mollera volando a otros sitios y nos dejamos llevar, acostumbramos a considerar asuntos como estos. Nos hacemos miles de preguntas, nos cuestionamos por qué nos sentimos opuestos a los demás, si es que seremos especiales o es que el resto del mundo esta desequilibrado. Como si al no querer ser como el rebaño fuéramos bichos raros o es que algo nos falla.

Yo prefiero hallarme así, a advertir que hago exactamente lo que todos, como una máquina programada, sin eximir mis instintos, mis ganas, mis sueños, mis ideas... no estar cortado por un mismo patrón, ser uno mismo, prescindir de modas pasajeras, sociedades absurdas o típicos tópicos.

Y sobretodo, no abdicar nunca a tus principios.

10/1/11

Verbo sentir



Contaban las tres de la madrugada y no había nada más que dos figuras sobre la cama. Sumidos en la penumbra del televisor los dos cuerpos sentían, acariciaban piel ajena, cerraban los ojos, callaban. Contaban las tantas de un viernes cualquiera y sólo el suspiro de sus alientos era la conversación que mantenían.

El calor que desprendían neutralizaba el frío de la casa. Ella posaba la cabeza en su hombro y pensaba: Nunca me habían tocado así. Mi cuerpo ahora es suyo, me palpa, me percibe. Él, quizás en una postura similar, no decía nada y parecía no pensar. Apenas dejándose llevar, no cesaban sus manos inquietas. Su cuerpo parecía un mapa por explorar, un tesoro por descubrir, o tal vez, el nirvana escondido entre las ruinas de su cerebro tocado.

Podrían haber transcurrido diez minutos o diez años. Eternos, confundiéndose en la oscuridad, flotando lejos de aquel espacio semi-vacío. Fuera de ellos ya nada existía, el vínculo se había cerrado, la luna estaba escondida y no se oía más que el latir de sus corazones.

2/1/11


Huelo a miel y tabasco
...según la ocasión.



Fotografía propia