27/12/11


Ahora como un ángel apareces
y me rodeas sin decirme nada.
Ángel que yo cuidara tantas veces
sin saberlo, callada.

En todo lo que miro permaneces
como el aire feliz de la mirada.
Me parezco a tu ausencia y te pareces
a mí resucitada.

Porque viniste cuando me moría
a devolverme a vivas caridades;
porque mi noche muda se hizo día

por gracia de tu voz iluminada,
en esta eternidad con que me invades
yo que no era, soy tu enamorada.

Maria Elena Walsh



18/12/11

Mi palabra de hoy...



La risa es el sol que ahuyenta el invierno del rostro humano.





Victor Hugo

10/12/11

Navidades veraniegas




Hace cuatro años por estas mismas fechas vivía en Montevideo. Fue mi primera Navidad veraniega y montar el arbolito y el belén con camisa de tirantes se me hacía raro. Fue toda una experiencia de esas que piensas si volverás a repetir algún día, al igual que me pregunto muchas veces si volveré a pisar el paisito.

En Montevideo hay dos noches en las que el cielo nocturno se ilumina en cada distrito, Nochebuena y Nochevieja. Los vecinos salen a sus calles con gran cantidad de fuegos artificiales y pasadas las doce se dedican a darle rienda suelta a la mecha. Es un soberbio espectáculo, palmeras de luces y truenos asomando en los tejados de cada barriada.

En ese tiempo la gente aprovecha las vacaciones para irse a la playa. Navidades en la playa, ¡qué curioso era! En los supermercados vendían lo mismo que venden en los supermercados de España; gran surtido de panettones, turrones (algunos importados de España, precisamente), polvorones, mantecados… Y con ese calor estival, ¿a quién le apetecía comerse un polvorón?

En realidad, yo soy muy reacia a esas fiestas pero me encantaron las Navidades en Montevideo. Son tan parecidas como distintas a las de aquí. Parecidas porque las tradiciones son las mismas a pesar de la época del año y distintas porque los uruguayos hacen que lo sean. Vivir allí durante cuatro meses me bastó para conocer un poco más a sus habitantes. Gente muy honrada y humilde, tranquila y gentil.

Cada vez que pienso en Uruguay, pienso en lo que aprendí de cada sitio en el que estuve, de cada persona con la que hablé, de la peculiaridad de las calles y la rambla con la puesta de sol llena de personas tomando mate. Pienso con nostalgia y ganas de volver alguna vez, de visitar aquellos lugares que dejé pendientes, y volver a degustar las deliciosas margaritas con dulce de leche.