Perdóname por no saber controlar, por perder la calma y tener miedo. Por equivocarme y fruncir el ceño, por quedarme atrapada en la desconfianza.
No había visto nunca a nadie tan radiante, tan feliz, y me desconcierta. Qué maravilla debe ser vivir en el optimismo y saber estar si algo intenta afligirte la jornada. Me seduce tu capacidad de ver el mundo tan excelente y esa manera que tienes de levantarte cada mañana a carcajadas.
Contigo, aunque me cueste, estoy aprendiendo a valorar que cada día puede ser un gran día, y que no tengo por qué llorar cuando algo me incite a ello.
Cuando te conocí hice la promesa de hacerte feliz, por mucho que tú ya lo fueras en abundancia, y aplicarme a serlo. Perdóname porque a veces no lo consiga. Sabes bien de sobra que no hay nada en este mundo que me complazca tanto como compartir la vida contigo. No te pares a pensar que yo no sea feliz o no este encantada con lo que tengo, sino todo lo contrario.
Pero hoy la ilusión se escondió de nosotros y no la encuentro, me pregunto que estrella dejó de radiar en el cielo de tus ojos, por qué hoy son las noches efímeras y taciturnas. No quiero perder la partida, no quiero dejar las promesas.