12/1/09

Cuéntame la fórmula

Nunca se me dieron demasiado bien las matemáticas, aunque reconozco que hay cosas que despiertan mi curiosidad. Así pues, por ejemplo, a pesar de haberlo estudiado, mi memoria falla (no utiliza código binario) y a menudo me pregunto cosas tan absurdas como quién fue el inventor del número pi, a qué se dedicaba,... ¿qué hay en la mente de un matemático? Sí, como leéis. ¿Cómo sería el que un día de repente se levantó de la cama y dijo: “he inventado algo, el número pi, y será 3’ 1416”? Quién se distraía haciendo fórmulas sobre un triángulo equilátero o inventando palabras como hipotenusa.

Al parecer, el señor Pitágoras, como buen griego, quiso extraer lo mejor del sustrato cultural de los egipcios, una civilización que hizo maravillas arquitectónicas sin haber usado una rueda jamás, y los babilónicos, que descubrieron estrellas sin haber podido usar un telescopio. Y hoy en día no sabemos vivir si no sabemos qué hora es...

Ahora que ya han pasado unas cuantas primaveras desde mis épocas acneicas, miro hacia atrás y hacia delante y me doy cuenta de que la vida es like an equation. Tras miles de años seguimos con muchas incógnitas sin resolver, sin regla de tres que valga, aunque eso sí, restar está de moda, hoy más que nunca.

La ironía aparece ante mí a las dos de la mañana en un ataque de insomnio en el que de nada me sirve contar ovejitas. Me preparo un vaso de leche y echo un vistazo a la programación. A estas horas, nada vale la pena... Pero me sorprendo, pensando en las dichosas matemáticas, cuando entre todas las probabilidades se da la casualidad que una señora predice el futuro usando la numerología. Coste del mensaje, 1,5 euros. ¡Qué tiempos!

Estamos condenados a aprender y a memorizar infinitos números. El teléfono almacena centenares de combinaciones y para colmo viene equipado con calculadora y conversor; la combinación matemática de notas musicales sirve para escribir canciones que bailamos y sin darnos cuenta nuestros pies se acompasan; nos aprendemos las direcciones por el número de los portales y el código postal; pagamos las facturas de la luz, el gas y el agua según el número que aparece en el recibo; comparamos la edad de un perro a la de una persona multiplicando por 7; y sabemos los resultados de las elecciones por las estadísticas que aparecen en los informes de los recuentos...

Rodeados de números hasta el último día, en el que también plasmarán en tu certificado de defunción la hora y el día en el que dejaste este matemático y calculador mundo. Y digo calculador porque nos pasamos el tiempo calculando las cosas, desde el dinero que necesitamos para comprarnos algo hasta los planes para un fin de semana en Barcelona, e incluso el número de caracteres que tiene este maldito texto: 488 palabras.

¡Y luego dirán que el saber no ocupa lugar!


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