21/5/09

I

Pasaron dos horas como si se fueran con el aire. Y el frio se calaba en sus huesos y se filtraba con el calor. Entre arbustos, tierra y oscuridad. Embriagados en la soledad de un puente. Y se sucedieron los hechos en la noche de sábado. Sin saber muy bien ni como ni por qué.

Y ahí estuvieron. Dejándose llevar por la casualidad. La montaña, tenebrosa y fresca, les acunaba en su regazo mientras el gran campanario, sobresaliendo de los tejados, iluminaba el pueblo. Era tarde y no vieron llegar la madrugada. Y vino helada y silenciosa. Solo rota por el sonido de algún motor cascado.

Besos de canela y mordiscos en el alma de aquel lúgubre paisaje. Sonriéndole a la luna entre jadeo y lujuria. ¿Cuánto más habrían esperado esto?

Perturbados. Sin pensar en lo que pasaría después, cuando el día llegara y volvieran la mirada atrás. Intentando recordar cada detalle, cada mirada. Sin explicarse bien que es lo que les que pasó. Sin creerse nada, porque quizá todo hubiera sido un sueño.

Y tras haberse devorado lentamente el aliento sin palabras, ¿qué hacer? pisarse el corazón y taparlo con cemento, mientras salen los dos corriendo o ser capaces de abrir las manos y decirse me atrevo.




Virginia F.

5 comentarios:

  1. dejarse mecer la lujuria por otra persona bajo la luna tiene propiedades de inmortalidad...

    me llevaste lejos...en otro día laboral más

    un beso

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  2. A veces los puentes se ponen de un provocador... Por eso son los sitios preferidos para amantes y/o suicidas.

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  3. las campanas callaban, si tenían que sonar, para respetar ese momento, en el lugar donde sucedieron los hechos. Este toque policial me ha encantado.

    :D

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  4. decirse me atrevo... cuánto perdemos por no pronunciar y hacr esas dos palabras...
    BESOS

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